viernes, 28 de febrero de 2014

Luz, entre tus piernas

Uno se puede perder entre sus muslos de inconmensurable, inconmensurable gozo.
Uno se puede volver poeta, loco, rabioso cachorro, rufián, ladrón de horas, animal fiero
entre sus muslos.
Uno se vuelve asceta y dios padre y reparto de regalos en navidad entre sus muslos.
El instante es infinitamente prolongado entre sus muslos y la boca se vuelve loca
entre sus muslos, entre sus muslos.
Uno no recuerda nada, no quiere nada, no necesita nada.
La urgente necesidad de estar ahí de ser pleno y feliz, de enaltecer el tiempo
Y se presenta en el momento en que soy boca y soy tu gozo y soy tu testigo más cercano y soy tu venerador y tu cómplice y tu esclavo y tu más rendido admirador y tu ser contigo y tu llamarada de luz y tu fugaz estrella y tu cometa y tú, y yo. Nosotros.
Te desvaneces en mi boca, en mis labios en mi cabeza que forma un solo mundo contigo, arropado entre tu infinito cuerpo y el infinito mismo.
Entre el mundo y tú y yo la vida se lanza en estallido de gozo y te doy todo lo que en un siglo puede darse entrelazado contigo, confundido contigo, parte de ti y parte de mí se fugan al universo y se hace luz.
La luz.

La incandescencia.