Se puso la chistera; sonrío a su imagen; retocó el bigote; abrió la puerta: salió.
Después de los aplausos entró a su camerino; se quitó la chistera y la puso encima de la cama.
Los aplausos seguían a lo lejos, insistentes. El espejo, complacido, lo miró, para siempre, por última vez.
Benjamín Gavarre
Benjamín Gavarre