Penny Lane me pone de buen humor.
La conocí en un rayado disco LP.
Sabía a dulce de mango y ciruela,
Penny Lane, la calle y la canción:
Hermosos, queridos
Beatles.
Se asoma una mujer con cara roja;
se sirve una copa y mueve dos velas
con sus manitas llenas de Channel
número Cinco; se muerde las ganas
de silbarle al mismo policía barbudo
de sus sueños de muchacha frágil.
Penny Lane es una estrella de cine,
¡Superstar!
Se diría que tiene mucha suerte rara
porque anda dando saltos por la vida
fácil y no quiere, se niega, a saber
nada de nada de epitafios ni malas compañías que la
vuelvan loca.
Un misterio de columpio vino a su
cabeza de trapecio incómodo.
Mis bebés me miran con sus ojos tiernos…
El cielo de diamantes mermelada
es nube de alegría perruna.
Son los niños de la casa,
son los niños que aúllan
con los Beatles…
Me llevan a ver a Penny Lane cada mañana.
Me exigen una vuelta más, otros árboles,
otros lugares.
Con su poderosa nariz laboratorio,
Se posan en cada esquina pertinente
y no hago sino seguir su mandato,
su benigno ser que mueve la cola…
Yo soy obediente con ellos,
Son mis dueños, ya qué.
El cristal de sus cuerpecitos breves me acompaña con la
música.
Me indican, me lamen, me olfatean.
Son los niños demandantes que he elegido, me dicen
dónde ir, qué decir, me dicen, si me duermo, que ya es
tiempo de salir de nuevo.
A mis perros les encanta Penny Lane.
No saben nada de oficinas,
Yo tampoco, siempre lo decidí así,
y soy feliz.
No saben de Música,
pero les gusta Penny Lane:
A mí también.